miércoles, 19 de agosto de 2009

Cuento breve.

La espera... en sus ojos

Acodado en la verja que separa el playón de la tribuna Paddock de la pista principal, una mano sosteniendo "La Rosa", enrollada como un diminuto caño, y en la otra un Phillip Morris encendido y humeante, se encontraba Cacho. La mirada perdida en un punto lejano que se acercaba poco a poco. Era un zaino negro de pelo brilloso, largas las crines y la cola. La cara dividida por una mancha blanca que separaba simetricamente sus dos lados desde los ojos descendiendo hasta llegar a los ollares. Cada tanto subía y bajaba su cabeza bruscamente, como afirmando. Su jockey lo traía con las riendas cortitas para que no rompa el paso. Lucía chaquetilla y gorra verde y al pingo su cuidador le había puesto vendas del mismo color. Está lindo, pensó Cacho que dirigió su mirada al totalizador cuyas crueles y brillantes luces marcaban 99,99. Era un modesto hijo de El Benigno y Turbadora, una yegua cuyo mayor logro había sido ganar la de perdedoras por distanciamiento. En eso volvió la mirada al corcel que ya estaba caminando casi al lado suyo y éste paró abruptamente su marcha al llegar junto a él, giró su cabeza y clavó su mirada en Cacho. Fueron no más de tres segundos en que ambos se contemplaron fijamente como intentando conocer las intenciones del otro. Cacho sintió como esos ojos color caramelo que parecían recios y extraviados se volvieron cálidos y tiernos en un instante. El jinete apretó apenitas los tacos al tiempo que le entregaba un poco de rienda y el caballo inició nuevamente el paso hacia las gateras que estaban al final de la recta, en el palo de los mil. Era el último de los nueve participantes de la tercera carrera en hacer su paseo preliminar. En eso unos pasos se aproximaron por la espalda al tiempo que una voz conocida le decía:
- ¿Qué te gusta Cacho?... Nada, Cacho aún seguía observando sin ver, como hipnotizado, al zaino que se alejaba paso a paso.
- Cacho... ¿estas bien?- le preguntaron nuevamente.
- Si Sebas, estaba concentrado pensando- respondió desganado.
- Cachito, ¿qué te gusta en esta?- lo consultó una voz más ronca y seca que la anterior.
- No sé, es brava la carrera- respondió a regañadientes.
- Pero dale- insistió la voz ronca- vos que la sabes posta, por algo viniste, vos al pedo no venís a las carreras, ¿a quien jugamos?
- Al cuatro Ronco, juga al cuatro.
El Ronco miró el programa oficial y al tiempo que cruzaba miradas con Sebas le espetó:
- ¿Pero vos estás seguro?, si las cuatro que corrió entró en la noche callada.
- Sí -corrigió y aumentó Sebas- lo mejor que hizo fue un sexto entre siete a 18 cuerpos del ganador.
- ¿Estás seguro?- insistió inquisidor el Ronco.
- Sí- los cortó tajante Cacho.
- Disculpa Cacho pero ¿sabes algo en serio? porque si llega a ganar queman el hipódromo- le dijo Sebas con timidez. Timidez que se relacionaba a que siempre la data de Cacho era de primera. En cinco años de "amistad burrera" los caballos elegidos por Cacho nunca se cayeron del tercer puesto y lo cierto es que jamás jugaba favoritos.
- Tomá Ronco, jugame a "Tumor Benigno" que no pierde- dijo Cacho, ya cansado por la charla y abrumado por los problemas que rondaban su cabeza, y metiendo la mano izquierda en el bolsillo superior derecho de su campera de jean extrajo un billete que le entregó al Ronco.
El Ronco lo miró asombrado y le preguntó temeroso:
- ¿Todo?
- Todo.- Eran $100, le pareció que de esa forma ya no lo molestarían con más preguntas. Tres pitidos desde los parlantes interrumpieron la escena anunciando "... Faltan 2 minutos para la finalización de las apuestas..."
- Bueno, vamos, despues te vemos Cacho.- dijo el Ronco que empezó a caminar hacia las boleterías junto a Sebas a quien le hizo un ademán con la cabeza para que lo siguiera.
- Despues nos vemos- dijo Cacho en una mezcla de alivio y resignación y consultó su reloj y al ver la hora se dijo nervioso ¿por qué no llama?, ¿por qué?, ¿qué la demora tanto?.
Tocaron la campana de largada e instintivamente Cacho miró las pizarras y riendo internamente pensó "estos pibes se la jugaron toda", el cuatro prometía $35,30 a ganador.
Largaron y el relator oficial anunciaba "... Por el centro de la pista asume el comando del lote el número 4 seguido por el 7, el 9, el 3 detrás el 5... Descontaron los primeros 400 metros de la prueba y el 4 merma en su accionar y es alcanzado por el 9, a medio cuerpo el 7, atropella por el lado interior el 1... Faltando pocos metros para el disco lo hacen con el 1 firme en la vanguardia, varios cuerpos sobre el 7, el 5, el 9 en larga atropellada el 2, el 3 ... y cierra la marcha el 4 y cruzaron el disco...".
Al volver al pesaje el zaino, todo sudor, se paró nuevamente ante Cacho y pareció mirarlo aún más tiernamente que antes de la carrera como para decirle con compasión "hice lo que pude y estoy con Vos". Cacho eso fue lo que interpretó y cambió su gesto adusto, serio y preocupado por una leve sonrisa y le dijo en voz alta:
- Gracias zaino querido.-
El peón del caballo y su jockey se miraron entre sí como diciendo "está loco".
Cacho se dió cuenta pero no le importó. Encendió otro cigarrillo, ya se había fumado medio atado, y siguió aguardando el llamado en silencio, resignado, se sintió como una mierda por no haber ido con ella y se autoconsoló pensando que si iva, y algo andaba mal, no podría disimularlo y en vez de ayudar se habría puesto a llorar. En esos pensamientos estaba y media hora y seis cigarrillos más pasaron cuando una melodía conocida, "No me llames Extranjero" de Rafael Amor, emergió de su pecho. Desesperado tiró el último cigarrillo que había encendido, introdujo torpemente su mano izquierda en el bolsillo interior derecho de su campera y extrajo, y en su torpeza casi lo tira, su celular.
- Ho Hola- dijo tartamudeando.
- Hola mi amor ¿có...
-¿Cómo estás Roxi?, ¿cómo te fue?- no la dejó terminar de preguntar.
- Bien mi amor, bien.
- ¿Cómo salieron los ...- y ahora fue ella quien lo cortó.
- Bien Cacho, mi amor, quedate tranquilo, salió todo bien.
- ¿Segura mi amor?.
- Sí, quedate tranqui, retiré los estudios y se los llevé a mi doctora. Me dijo que la biopsia salió bien.
- Gracias a Dios mi amor.
- Sí, mi Cachito, me dijo que me tienen que hacer una operación para extirparlo pero que el tumor es benigno.
- Gracias a Dios- repitió el hombre al que le había vuelto el alma al cuerpo.
- Sí, mi amor, quedate tranquilo, va a estar todo bien.
- Claro mi amor, te amo, te quiero con toda mi alma, en un rato estoy por ahí.
- Dale, Yo preparo una linda cena para festejar, ya compré el vino que más te gusta.
- Gracias mi vida, te amo, Yo llevo el postre, besos.
- Besos mi vida, te espero en casa.
Cortó el celular, miró al cielo, apretó el puño derecho y dió las gracias en voz alta sin importarle si alguién en el Hipódromo lo miraba. Miró fijo al disco y agradeció en él a Dios por esa fija que se había echo a más de cien por barba. Aunque esta vez no la cobraría por ventanilla.
Se fue caminando despacio por Dorrego hacia Cabildo y mientras se distendía en su caminata, se acordó del zaino y pensó que lindo si tuviera la plata poder comprar a ese pingo que con su mirada tierna consoló a su corazón. Aunque más no sea para que al verlo todos los días recordara que en la vida no pasa todo por la plata. Lo que importa son los afectos y el amor.

Juan Carlos Poletti

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